sábado, 20 de junio de 2009

CARACAS

Vista desde el Ávila, Caracas parece una enorme feria llena de luces en movimiento. Cuando el teleférico emprende su bajada hacia la ciudad, dejando el mar al otro lado de la montaña, uno tiene la sensación de estar deslizándose hacia algo precioso, vivo, único.
- Todas las lomas que se ven con bombillo blanco son barrios. Los trajeron los cubanos. Son de esos que ahorran energía. Ahora ya no se nota tanto, porque se han ido gastando y la gente ha vuelto a usar los bombillos de siempre, los amarillos. Dile a alguien de un barrio que se gaste diez veces más en un bombillo que ahorra energía.
Sonrío. Evidentemente no se lo diría, sobre todo porque no iría allí. Sobre todo porque los barrios sólo parecen ser parte de Caracas desde el Ávila, por la noche, con sus bombillos blancos. Por el día son parte inerte del paisaje, con sus casitas de ladrillo mal hechas amontonadas en las lomas, desafiando a los rascacielos de la ciudad… como azulejos baratos en un baño de lujo, impregnándo la ciudad con su pobreza y sus supuestos…su supuesta violencia, su supuesta ignorancia, su supuesta vida.
Para comprobar que los barrios de Caracas también existen hay que fijarse en ellos, atentamente (aunque nadie lo diría se ven igual desde cualquier rincón). Sólo así te das cuenta que sobre el tendido eléctrico de palos débiles y torcidos siempre hay alguna cometa volando. Una de esas cometas caseras hechas con cuatro palos y una bolsa de plástico. Sólo entonces te das cuenta que esos bultos negros que sobresalen en los cables y que a lo lejos parecen una bandada de cuervos amenazante no son mas que cientos de cometas enredadas en los cables, quizá miles. No son cuervos, son cometas. Pero nadie mira.