jueves, 2 de abril de 2009

Cuello a rosca

Siempre pensé que tenía el cuello a rosca, o al menos eso era lo que mi familia decía ser el rasgo que nos caracterizaba.
A menudo intenté desenroscarme la cabeza agarrándomela con las manos y girando, pero la cosa no cedía. Un día pensando que tal vez la rosca de mi cuello se habría oxidado, opté probar por la fuerza, así que cogí una toalla del baño, me la lié al cuello y comencé a tirar de ambos extremos, pero nada, tan sólo conseguí que unos lagrimones como puños saltasen de mis ojos que acompañaban a una cara roja como un chorizo.
Tras este angustioso y fallido experimento llegué a la conclusión de que la anatomía humana y más en concreto la de mi familia no era lo mío.

Dele

No hay comentarios: